jueves, 6 de noviembre de 2008

“Cómo escribir un cuento o una novela” o: “De ficción y juegos con la realidad”

                                                                                               
Hace un par de meses un amigo me pidió un consejo para escribir, construir o contar una historia, sin que sus ideas murieran a mitad del camino o para no quedarse paralizado ante la hoja en blanco. Recordé varios libros que ofrecen sugerencias, tips y alguna que otra fórmula, pero ninguno me convenció por completo para sugerírselo. Mejor le prometí que escribiría este documento y finalmente lo terminé.
Tal vez una de las conferencias que más me ha sacado de dudas sobre este tema, fue la que recibí durante cuatro horas por parte del escritor peruano Iván Thays, que expondré y modificaré de tal manera que sea más fácil de comprender. Contaré de la mejor manera lo que él explicó, no sin antes advertir que toco varios puntos que ya se han dicho o que de alguna manera cualquier persona que haya gastado varias horas escribiendo ya sabe.
Iván Thays es una persona pública, así que no hace falta describirlo o pueden buscarlo en youtube, para darse una idea de su apariencia joven, su buen humor y su fluidez.
Thays llegó a la sala de conferencias y, sin decir ni una palabra, apuntó en la pizarra blanca el título de la conferencia: “Ficción y juegos con la realidad”. Se sentó en una silla, cerca de nosotros, los estudiantes de la EDDE, y comenzó contando que ahora tardaba de seis a ocho años en armar sus novelas, y no meses, como al principio de su carrera de escritor. Esto se debía a que algo había cambiado en su perspectiva sobre lo que debería de ser un libro, y eso era lo que quería explicarnos, según nos advirtió. Luego continuó escribiendo en la misma pizarra algunas preguntas, mientras las pronunciaba en voz alta:
‘¿Cuál es la diferencia entre mentira y ficción?’ ‘¿Cuál es la diferencia entre historia y argumento?’ Y la más importante de las tres: ‘¿Sobre qué escribe un escritor?’ De inmediato se dejaron escuchar algunas respuestas de los presentes.
Iván Thays pareció no escucharlas y expuso el caso de Manuel Puig, un escritor argentino al que le tocó  iniciar su carrera en medio del Boom Latinoamericano y que por lo mismo todo indicaba -en esos tiempos- que la temática de su obra no encajaría en el mundo editorial. A Puig le interesaba escribir sobre las divas de Hollywood, mientras que los escritores de su época hacían o trataban de hacer “Las grandes novelas” en las que ofrecían “las respuestas más importantes”. Thays nos planteó una nueva interrogativa que sería fundamental para lo que más adelante iba a exponer: ¿Entonces por qué la obra de Puig funcionó? Esperó unos segundos, pero luego de las primeras respuestas, y su respectivo rechazo, nadie se animó a continuar contestando. Lo que Thays aseguró, fue: “Cada historia le dice algo diferente a cada persona”. Según el peruano, es muy probable que para alguien –no sabemos para quién o exactamente para cuántos- la frase superficial que se menciona en la trama de una película frívola de los años treinta, puede ser de gran importancia para la persona correcta y esa persona no necesariamente es estúpida o de criterio pobre. Esa frase, escena, gesto, momento, puede estarle comunicando justo lo que esa persona necesitaba oír en ese instante. Thays retomó la pregunta del inicio: ‘¿Sobre qué escribe un escritor?’ La respuesta más conocida, o la que más hemos oído hasta el cansancio, es: “Un escritor escribe sobre lo que conoce”. Sin embargo –según Thays-, el mismo Manuel Puig dijo que esto no era cierto. Él aseguró que un escritor escribe sobre aquello de lo que es un testigo privilegiado. Parece lo mismo, pero no lo son. Esto lo expondré más adelante… “¿Cuál es la diferencia entre mentira y ficción?” Insistió, antes de seguir.
Para Thays, la mentira no es otra cosa más que aquello que se usa para engañar y la ficción tiene el propósito de convertir y construir una realidad apta para la historia que va a ser narrada. El escritor acomoda piezas verídicas o falsas, para construir un ambiente en el que su relato pueda desarrollarse sin que el lector se sienta defraudado. Por ejemplo, nosotros vamos al cine y esperamos que la película que vemos tenga una secuencia lógica. Si un hombre dispara, ese hombre debe haber sacado la pistola de alguna parte, el arma no puede aparecer de la nada, debió haber un antecedente que instaló aquel elemento en ese lugar. O, si en la trama, un ladrón entra a una casa, primero fuerza la chapa, entra con las precauciones debidas y roba las cosas; la puerta no estaba abierta, sin explicación alguna, a menos de que haya un antecedente previo o posterior, o que el narrador haya cambiado ciertos elementos de la realidad habitual para construir un escenario preciso que justifique esa discrepancia, todo en función de la historia, su credibilidad, el interés que deberá despertar en el espectador o lector, etc. Si aquel ladrón sólo roba lugares donde la puerta está abierta, las ficciones que deberá ofrecer el narrador serán -por poner algún ejemplo- algo así: El ladrón de alguna manera sabía que esa casa tenía la puerta abierta. ¿Cómo sabía esto? Digamos..., tal vez porque tiene una capacidad de ver cosas que otros no, o porque tiene cierta información exclusiva. ¿Y por qué tiene esa capacidad de ver algunas cosas que otros no o tiene esa información exclusiva? Porque un brujo le hizo algún hechizo o porque trabaja en una empresa de seguridad. ¿Y por qué el brujo podía hacer y le hizo ese hechizo o por qué la empresa de seguridad no cuidaba mejor a sus empleados? Porque el brujo aprendió magia de sus ancestros y era una venganza, o porque la empresa de seguridad es manejada por un viejo alcohólico. Y así, todo tiene una lógica que tendría que quedar clara hasta para un infante que cuestione todo o se le puedan dar respuestas acordes al universo creado. Y de este modo, en esta historia del ladrón que roba casas con la puerta abierta, ya se creó, a base de ficciones, una realidad que tiene el fin de contar algo verosímil y mostrar –ahora sí- aquello, en lo que el escritor o creador, es un testigo privilegiado.
Si ponemos de ejemplo al “Don Quijote de la Mancha”, en esta obra se pueden encontrar docenas de modificaciones del medio ambiente y las circunstancias sociales y culturales de la realidad de esos tiempos, sólo con el fin de transmitir el mensaje principal del autor, aquello que él puede ver mejor que nadie, y que siempre es mejor transmitirlo por medio de extractos abreviados en imágenes, que por una explicación anexa o introducida a la fuerza en el texto. Podríamos ser más actuales y mencionar la primera escena de “Star Wars, una nueva esperanza” (la primer película filmada de esta serie). Ahí, desde un inicio, con sólo mostrar unos cuantos elementos importantes de la realidad construida, se crea y se justifica la ambientación fantástica de toda la película y sus secuelas. En “Un mundo feliz”, de Aldous Huxley, con el aleccionamiento que da el científico a los maestros, ya uno se ha situado en una realidad futurista. En “La metamorfosis” de Kafka, con la contraposición entre la mutación a la necesidad de Gregorio Samsa, de querer continuar con la rutina diaria, se vuelve verosímil la transformación de un empleado a cucaracha, así como todas las reacciones que el protagonista tendrá durante toda la historia y que expuestas de un modo inapropiado podrían parecer excéntricas o simplemente muy difíciles de creer y por lo tanto de aliarse con el autor y la historia. En todos los ejemplos anteriores, gran parte de la importancia de la obra, radica en no explicar absolutamente todo lo que sucede ni por qué sucede. Por eso, las tres últimas películas de la saga de Georges Lucas son un fiasco. Fue cómo si Kafka se hubiera detenido a explicar la razón por la que Gregorio se transformó en cucaracha o dedicar otro libro completo para exponer qué llevó a la civilización de “Un mundo feliz” a ser tan frívolos. Estos huecos que se dejan permiten contar la historia de lo que no está escrito y que es de suma importancia (o que a veces tiene una importancia mayor que lo narrado).
Thays se detuvo un poco –muy poco- y pensó lo que diría a continuación.
En la literatura se utilizan las metáforas, el ritmo, el correcto uso y juego de palabras, para transmitir las sensaciones justas. ¿Por qué? Por que en la palabra escrita no hay tonos de voz ni expresiones faciales. Un simple ‘te quiero’, puede interpretarse de manera diferente: festivo, melancólico, de voz muy baja, impulsivo, o cualquier otra manera que no permitiría interpretar adecuadamente lo que se quiere emitir. Para esto, el escritor se vale de aquellas descripciones que trazan el momento o predisponen la imaginación -en confabulación de los sentidos- para hacer sentir al lector un trazo vivencial. Por lo mismo los personajes deberán tener ciertas contradicciones que los hagan parecer reales, tridimensionales, con diversos matices, y no una simple caricatura del cliché de lo que se contempla como el molde de un personaje idóneo. Cuando un personaje es completamente valiente o malvado o bueno o cobarde, nos parece falso, un muñeco sin fondo.
Hasta este punto, se ha señalado que lo anterior será un cúmulo de herramientas de la ficción y de la construcción para jugar con la realidad que exista en nuestra creación, sin embargo todavía no queda muy claro para qué sirve. Eso lo explicaría Thays más adelante.
“¿Cómo se hace para escribir algo que interese?” Dijo con cierta pasión, que dejaba ver que no nada más le interesaba hacérnoslo saber, sino que aquello es algo que él mismo constantemente se pregunta. “¿Qué hace que alguien pierda su tiempo en levantarse de su sala, vaya a la librería, pague de veinte a trescientos pesos e invierta su tiempo en leer un libro de un número importante de páginas?” “Para saber esto, primero es necesario conocer bien la diferencia entre un argumento y una historia. ¿Alguien la conoce?” Ante la emoción que nos transmitía, varios nos animamos a tratar de resolver el enigma, pero parecía que ninguno podía ofrecer lo que él quería oír.
“Escuchen esto –dijo seriamente- y si pueden escríbanlo en un lugar donde puedan verlo todos los días: ‘No hay nada más aburrido que una historia’. La gente que cuenta historias es lo más tedioso que puede existir. Siempre que alguien les cuenta lo que le sucedió durante el día, lo que hizo su fin de semana, que tiene que llevar a sus hijos a la escuela, o como esa típica expresión, cuando alguien dice: ‘Te tengo que contar mi vida, porque es digna de una novela’, todas estas historias nos provocan una gran pesadez, un terrible aburrimiento”.
Después de afirmar lo anterior y dejarnos sorprendidos, Thays narró sobre un alumno suyo que meses atrás llegó emocionado a contarle lo que le había pasado en el microbús. El alumno había visto a una chica de su edad que le gustó, no supo qué decirle, así que se quedó parado cerca de ella; minutos después, notó que otra chica se sentó en el asiento aledaño de la chica inicial. El alumno de Iván Thays se quedó observándolas durante el trayecto. Después de un rato notó que ambas chicas ya estaban rozándose ligeramente con las manos. El alumno –según contó Thays– se sintió tan inspirado por aquella historia, que le dijo a su maestro que iba a escribir un cuento al respecto. La reacción de Thays fue contundente:
“Tú nunca vas a escribir ese cuento, le dije” dijo en voz alta, como alguien que se emociona y se complace en lo que afirma.
“¿Por qué digo esto?” Nos preguntó.
Según explicó, aquel alumno no había entendido nada de lo sucedido entre esas dos chicas.
“¿Cuál es la diferencia entre un argumento y una historia?” Preguntó de nuevo. La diferencia consiste en que, ese engranaje de ficciones y/o hechos, tengan como fin ofrecerle una verdad al lector. Esto es lo que el lector necesita: verdades.
Por ejemplo, ¿qué verdad nos podría decir ‘A sangre fría’, de Truman Capote? Este libro de Capote está construido por un argumento de notas verídicas y ficciones acomodadas de tal suerte que intrigan al lector sin permitirle abandonar la lectura, porque éste intuye que lo narrado va a decirle algo y eso que le diga posiblemente lo hará cambiar y le permita contemplar el mundo desde una perspectiva más certera, aunque esto no lo tenga tan consciente y no sepa qué vaya a ser lo que le dicen. La historia de ‘A sangre fría’, todos la sabemos, habla sobre un par de asesinos que matan a una familia en un pequeño pueblo de EU. Dicho de esa manera, contado como una historia resumida y no como un argumento, no produce mayor interés. ¿Qué hizo Capote? Recolectó y acomodó datos que nos hacen familiarizarnos, no sólo con las victimas, sino incluso con los victimarios, de tal suerte que al final del libro sintamos un escalofrío terrible ante la verdad de la vida de estos hombres y su mundo que nos toca compartir, una verdad que algunos captaran como una gran injusticia en la que no hay culpables absolutos, en la que existe una injusticia hacia los homicidas y que no bastará sentir repugnancia por lo que son, porque puede que –después de leer este libro- comprendamos que ellos podrían ser nosotros... ¿Qué verdades nos podría decir la Iliada? Que los dioses son caprichosos, porque el ser humano lo es, que ellos son la representación voluble del azar que nos lleva a perseguir causas que no seleccionamos, pero por las que morimos y nos desatan de ira –de Aquiles- que nos provoca y nos lleva a retar al destino, aún con las pocas posibilidades de triunfar. ¿Qué nos dice Madam Bovary? Que la desesperación lleva a actos terribles, pero a la hora de ser contados correctamente nos permiten comprender, que, a fin de cuentas, somos víctimas de lo que nos sucede en nuestra torpe búsqueda por la felicidad. Pero eso son sólo mis interpretaciones. A otras personas la obra de Capote les dirá que es razonable la pena de muerte, o la Iliada será un ejemplo de hermandad y la carencia humana, o en Madam Bovary hallarán una explicación de lo que a ellos les parece la mentalidad femenina... Entra el campo de la subjetividad, pero estos grandes autores ofrecen algo que rebasa los límites regionales, de época, de la vasta diversidad de lectores. Entre mayor sea la posibilidad de que los lectores capten la o las verdades, más posibilidades tendrá la obra de llegar a un mayor público, sin embargo esto no necesariamente lo hace más valiosa. Por lo pronto, debe enfatizarse que, aunque no nos demos cuenta, esperamos eso al leer un libro con un anhelo de que nos sorprenda, de sentir que ese tiempo invertido nos cambió por lo menos un poco. Cuando uno se expone a una historia que no dice una verdad, que no nos cambia después de estar pendientes durante largo rato, sometido por los trucos del suspenso, uno irremediablemente termina diciendo: ¿Y ahora qué?
Si Capote se hubiera apegado completamente a la realidad, sin acomodar la situación por medio de la ficción, entonces tal vez la verdad que él veía, la verdad en la que él era testigo privilegiado, no hubiera sido comprendida.
Respondiendo a la petición que me hizo mi amigo, por la que escribí este documento, afirmo: Uno puede tener diferentes métodos o técnicas para escribir o contar una historia, pero si no se enfoca en un argumento o engranaje para decir algo, entonces uno como creador se detendrá a la mitad o ni siquiera pasará de la hoja en blanco, sentirá que no se tiene nada que decir. Tal vez en un principio la idea, como la historia de las chicas del microbús sonaba bien, pero después no hay una propuesta de fondo.
Muchos escritores piensan escrupulosamente su idea desde antes de comenzar, ya después van acomodando y cambiando el argumento; otros –los menos- escriben sin pensar ni siquiera en el estilo o la estructura del texto, porque saben que la misma historia formará un argumento, que a su vez exigirá la presencia de una verdad o verdades, que regularmente van ligadas a los finales excitantes o satisfactorios. No obstante, la vanguardia permite exponer verdades de otras maneras, no necesariamente al final o en el clímax. Por ejemplo, la verdad más valiosa de la película de Batman, el caballero de la noche, es el arquetipo novedoso del Joker, un villano diferente a todos los que conocemos en el cine; el resto de la película sale sobrando y no es tan llamativa, interesante e importante. Por eso la película se siente tan larga y nos parece tedioso cuando no sale este antagonista a escena y aparecen los demás personajes. Lo mismo sucede con el libro “Diablo Guardián”, a la mayoría de la gente sólo le interesa Violeta y no la historia de Pig. Por eso la mayoría de sus lectores sienten que a ese libro le sobro la mitad: la mitad que habla sobre Pig, aunque esta perspectiva no es enteramente cierta. Es muy importante recalcar, como se decía al inicio, que la verdad, de la misma manera que la ambientación, casi siempre será mucho mejor mostrada y no explicada; eso es trabajo más del ensayo o la filosofía, que de la literatura. Si lo pensamos así, entonces toman forma la erradicación de adjetivos que nada más nos explican un objeto o un instante y no nos lo muestra, por decir una de las tantas reglas que luego no hacen sentido en los que comienzan a escribir.
Por supuesto, el manejo de la técnica, la experiencia o las herramientas necesarias e indispensablemente el talento, será necesario o muy útil para que todo lo anterior pueda realizarse.
Respecto a los libros que tienen un gran éxito, los bestsellers, esos por supuesto no ofrecen una verdad develada tal cual, sino un engaño o algo que todos queremos creer o todos sabíamos, sin embargo funcionan de cierta manera. Son libros que dicen lo que la gente quiere oír, mentiras para engañarse y vivir en una fantasía pueril, y digo pueril para señalar que no todas las fantasías lo son. Para ejemplificar, se me ocurren dos libros: “El Péndulo de Foucault” y su copia engañosa “El código da Vinci”.
Una de las verdades que muestra “El péndulo de Foucault”, es sobre ese deseo de las masas por creer en algo escondido, un gran secreto que se tiene protegido, cuando en realidad es muy difícil que exista algo de esto o que sea útil como lo quiere percibir el individuo común. La copia: “El código da Vinci”, alimenta esta creencia de la existencia de un gran secreto y lo exagera brindando una respuesta al final que el lector olvidará en poco tiempo o que alimentará un rasgo falso en la identidad del sujeto. Por eso, cuando los lectores leen uno de estos libros o ven estas películas, después afirman que la vieron sólo por entretenimiento, porque la verdad falsa que ofreció la obra se difumina. A su vez, “El código da Vinci” tuvo una copia, la película “El secreto del tesoro escondido”, que tuvo menos éxito debido a que ni siquiera promovía un buen engaño al espectador, pero que entretuvo usando algunos trucos ya conocidos que ofrece la creación de guiones. Otro caso serían los libros de Coelho que reafirman mitos que sirven de muletillas o hablan cosas que ya todos sabemos, pero que por su poca sustentabilidad no nos gusta asumir. Este tipo de lecturas son las que más se venden, porque este tipo de lectores son los que más hay.
Entonces ¿por qué el tema frívolo de las divas de Hollywood que utiliza Manuel Puig trascendió y no se quedó en algo superficial? Como se dijo, porque mencionaba verdades necesarias para un público preciso, respetando la honestidad de un autor preocupado por mostrar esas cosas que a él le consternaban, y fue así que llegó y llega a sus lectores, porque no importa lo que se cuente, cuando el autor con talento escribe sobre lo que necesita decir, exponiendo con maestría a los otros lo que sólo él puede ver, entonces se abre camino y permite que otros, cercanos o ajenos al argumento, se interesen, lo comprendan y acojan lo que se les está dando.
Se pueden aprender muchos tips en los libros, como la construcción de los personajes, dominar diferentes tipos de narración, fáciles o complejas, construir correctamente la ambientación, cuidar la gramática y la redacción... Indudablemente la práctica y la conciencia de lo que se hace o se quiere como resultado de la pieza, es mucho más efectiva que la memorización de reglas, o estarse sometiendo a críticas de personas que desean preservar una manera única de narrar o que desean que los temas sean los que ellos consideran acertados.
No todo está dicho en la literatura y siempre se puede construir donde otras personas lo consideraron imposible y narrar con métodos que ahora nos son inconcebibles. Hubo quienes se propusieron mostrar algo sin decir nada, ninguna verdad, o no cambiar en absoluto la vida del espectador, manteniéndose en la completa abstracción, y sus obras funcionaron. Sin embargo, en contra de su voluntad como creadores –o a veces con mucha conciencia-, sus obras trascendieron porque en algo cambian o algo dicen.
Cuando uno llega al punto de no saber cómo continuar en ese cuento o novela a medias, puede detenerse a pensar qué verdad va a contar o cómo quiere cambiar al espectador, o seguir escribiendo sin pensar en nada, luego dejar reposar el texto y permitir que las ideas se aclaren solas con el tiempo, para reconstruir o modificar lo necesario después.
Ahora termino con docenas o cientos de puntos pendientes, pero espero que al lector le haya servido de algo esta realidad que se construyó sobre una conferencia con Thays que nunca sucedió y le haya permitido ver la verdad que le deseaba compartir.
La clase se levanta y se retira con ideas para escribir.

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Para Alejandra Troncoso, Mario Pelicó, Daniel Cardona, Carlos Wilfredo Trejo, Tonatiuh Meaney, Fernando Paredes, Víctor Hugo Gómez, David Avelar, por supuesto a Raúl Tamez y con respeto a Iván Thays, que espero no se moleste.


8 comentarios:

Anónimo dijo...

Mmm no sé, como que das por hecho que nosotros tus lectores conocemos a los autores y obras que mencionas... o será que yo soy un inculto de lo peor??

Aún así es bueno ver a alguien analizar tan concienzudamente los textos. Estoy de acuerdo en lo que mencionas, que debe contarse una verdad o si no nada tiene sentido. Pero a mi me enseñaron que siquiera pensar en cambiar algo en el lector es un error. Independientemente de eso siempre he creido que es imposible saber como se va a sentir la gente, que va a pensar de lo que otro haga o cuente.

¿tiene sentido esto que digo?

Unknown dijo...

Muy buen post, extenso por los ejemplos de lo que nos querías exponer, me pareció agradable el manejo de los elementos discursivos y las citas, la que más tiene sentido es "No hay nada más aburrido que una historia"

Es un buen ejemplo de como analizar las lecturas de libros.

Saludos

W. dijo...

Excelente documento el que has elaborado. Eso de Mostrar una verdad... de que el público siempre busca verdades... puts. Pocamadre.

Cada vez me gustan más tus textos de análisis. Te dejo mis cinco estrellitas.

Changos dijo...

Hey, muy chido, Leo. Hay varias cosas que me hacen algo de ruido, poquito, y estuve tratando de plantear una pregunta pero pues terminé hecho más bolas.

Anónimo dijo...

Me parece la cosa más productiva y noble que reproduzcas esta conferencia para tus lectores y, sobre todo, para tu cuate escritor que anda confundido...
Hoy me inauguré como tu lector y, créeme, visitaré seguido tu blog.
Este post me ayudó mucho a aclarar un poco mis ideas y vino a reafirmar una que mascaba desde hace mucho sobre la escritura de un cuento. También me pasó, como a tu cuate, que me atoré al querer escribir. Mi historia, como la del muchacho, el microbús y las chicas observadas, no tenía claro un argumento. Por eso me ha sido enriquecedor tu texto.
Muchas gracias, Leo.
Te dejo un abrazo fuerte, Israel Pintor.
Pd. Creo haber visto a tu novio (¿cuál es su nombre?, lo olvidé… Raúl, creo) en la escuela de danza del CENART. Esto fue el viernes en la mañana, iba de playerita blanca, con el pelo rizado y suelto, se veía tal cual es: hermoso. Es un bombón. JE. Ya, chao.

Kamui dijo...

Excelente la verdad, tengo un par de textos parados por haberlos comenzado solo con un planteamiento general. Al aplicar los últimos consejos, los he retomado con facilidad. Gracias.
Muy de acuerdo con el símil entre el Péndulo de Foucault y el inefable Còdigo Da Vinci. No olvidaré eso de "Nada más aburrido que una historia".
P.D.: Genial el pretexto de la conferencia imaginaria, la verdad no creo que el "conferencista" se ofenda, aunque a él sí no lo conozco.

Ciudadana Herzeleid dijo...

Es muy simple, el escritor escribe, así de simple. Ya de ese escritor depende que parte de la realidad debe tomar y construirla.

A mi me gusta más cuando el lector desenmaraña los textos, y otra cosa importante, el lector no es tonto, pero el lector tiene una paciencia limite. Eso es otra cosa que hay que tomar en cuenta, así que ya dependiendo de lo que se haga eso será lo producido, y habrá quien trascienda y quien no.

Tendré que releer de nuevo, pero básicamente lo que leí esta muy acertado.

Kafka dijo...

Que la práctica de hacer ficciones sea tu propio desarrollo y ejemplo cae muy bien, todo lo dicho es testimonio del argumento en cuanto sucede al leer... Pero, a mí me sigue pareciendo que antes se enseña a leer que a escribir, y tomo los comentarios anteriores como prueba :P
Abrazo